lunes, 28 de abril de 2014

¿Por qué odian a Jesús?
Mateo 26, 14-27,66

¿Por qué le pasa eso a Jesús? ¿Por qué tantos lo odian, humillan, agreden, quieren su muerte?

Desde la infancia nos acostumbramos a ver a una persona colgada en una cruz y no entendíamos mucho. Por nuestros pecados, nos decían nuestros padres, abuelos, tíos, tías. Un historiador diría: fue acusado y encontrado culpable de blasfemia porque se hacía pasar como hijo de Dios en una tradición celosamente monoteísta.

Jesús es el protagonista de la tragedia que se describe en el Evangelio de Mateo. Él y su mensaje son los motivos de conflicto frente a sus acusadores, perseguidores, quienes lo consideran peligroso para la unidad del pueblo, para la unidad de creencias.

Judas, Pedro, los discípulos entran como personajes secundarios que al principio parecen participar de la propuesta de Jesús pero al llegar la dificultad, uno lo vende, otro lo niega y los demás desaparecen. Pilatos, el personaje que representa la autoridad romana, extranjera; juzga finalmente en base a conveniencias políticas y con la carta de Barrabás, lavará su conciencia. Está también el Sumo Sacerdote, personaje que representa la tradición judía y que finalmente encuentra culpable de blasfemia a Jesús.

El Templo de Jerusalén es el personaje simbólico que constituye el espacio sagrado donde se adora a Dios. Las cortinas de ese templo, al momento de expirar Jesús, se rasgan de arriba abajo. Otro personaje simbólico es la tierra, creación de Dios, tiembla, como tiembla una niña al perder a sus padres.

El desenlace de la espantosa tragedia no termina en la cruz. El Evangelio de Mateo anota al final unas palabras que no dejarán dormir en paz a sumos sacerdotes, fariseos, Pilato. El impostor dijo que a los tres días resucitará.

Desde la fe cristiana, Jesús no fue un mentiroso o impostor. Jesús dijo la verdad porque fue auténtico, coherente, crítico contra las injusticias, exclusión, falsa piedad. Muchas escenas del mismo evangelio de Mateo saltan a la memoria.

Jesús dice la verdad después de observar y reflexionar su realidad. Contrasta esta actitud con aquellos que al ver algo chueco, corrupto, inmoral, callan para no tener problemas con las autoridades o con sus amigos, amigas. Alguien que conoce la verdad la dice.

Jesús enfrentó las persecuciones al cuestionar a las autoridades religiosas de su tiempo. Contrasta esta actitud con aquellos que se atreven a decir cosas pero luego se esconden o se desdicen para conservar su paz, su seguridad y la seguridad de los suyos. Alguien que dice la verdad asume las consecuencias.

Jesús había planteado el amor a los enemigos, y en el camino a la cruz, a pesar de recibir insultos, humillaciones, golpes brutales, no mira con venganza, no salen palabras descalificadoras. Alguien que dice la verdad es coherente con ella.

Los enemigos de Jesús no dejaron nada al azar, puede que éste “resucite.” Había que custodiar también su cadáver. Sin embargo fallaron. La vida de Jesús, sus palabras y acciones habían llegado ya a tantos, José de Arimatea, María Magdalena y la otra María. Poco a poco y después de llorar amargamente su traición y cobardía, los otros discípulos de Jesús recordarían sus palabras, las anécdotas que vivieron con él, la forma cómo curaba a tantas personas, el amor y confianza incondicional que recibieron de él.  A través de los años, décadas, siglos, la vida de Jesús, su verdad, fue conquistando a miles, millones de seres humanos que descubrieron en él a un Dios justo y misericordioso.

Por eso, a pesar de tener hoy lecturas muy tristes, las últimas líneas del Evangelio de Mateo nos llenan de esperanza. Jesús resucitó en medio de sus seguidores y la verdad de su vida sigue iluminando a tantos miles y millones de seres humanos. Dejemos que la vida de Jesús siga iluminando nuestras vidas porque la necesitamos.




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